«Somos cómplices de esto, lo que nos deja indiferente», escribió George Steiner. Cuando el testigo de los abusos y la violencia se dirige hacia el otro lado, cuando usted prefiere no ver o saber, cuando usted manejar el «algo que hacer», cuando, una vez aprobada la violencia requiere el olvido, y cuando este indicador representa la mayoría, estamos ante una sociedad enferma. Lo que hemos visto en nuestro país, con las heridas de la guerra civil, también en otros conflictos en europa, tales como la guerra en los Balcanes, o Irlanda, de la IRA. Y la historia se repite. Han pasado cinco años desde que ETA anunció el cese de la lucha armada. Desde entonces, una buena parte de la sociedad española y vasca, parece estar listo para la vuelta a la página, como si el pasado décadas de violencia han sido una pesadilla, como si la violencia que ha afectado a muchas personas, dentro y fuera de los territorios vascos podría ser restringido a un pasado cerrado. Pero la historia, la responsabilidad ante el pasado, no desaparece por el lapso de tiempo, en particular cuando ampliamos la mirada, y consideramos que es parte del conflicto, no sólo para las víctimas y los perpetradores, sino también para la sociedad en la que él ha sido testigo de la misma -a veces el testimonio de un cómplice, a veces un testigo es miedo, y a veces testigo indiferente. Edurne Portela ofrece en este libro una serie de recuerdos, íntimo de la violencia, y defiende, a través de reflexiones sobre la literatura y el cine de hoy en día, una cultura de la presente, que le ayudará a afrontar las heridas del pasado.