Itsjok Katzenelson, se encontró cara a cara con el mal en el gueto de Varsovia, el 14 de agosto de 1942. Cuando regrese con su hijo es más de el taller en el que trabajaban, encontró a su habitación vacía. Su esposa y sus hijos menores de edad habían sido deportados a un campo de exterminio. En el convenio colectivo de la catástrofe que ahora se añade a la personal. En el gueto es como en un trance, escrito en torrentes de día y de noche, y sus poemas distribuido en cientos de ejemplares que se llame de la lucidez y la fuerza en la cara de la gran objetivo a exterminar y no dejar rastro. Conscientes de esto, impulsado por la desesperación, Katzenelson, un prisionero en un campo de internamiento en Vitell, Francia, que había logrado huir con su hijo mayor, con la ayuda de los judíos de metro, compuso una elegía, que canta el horror. Un mes antes de su deportación a Auschwitz, donde se pierden sus huellas dactilares, Katzenelson escondió el manuscrito de tres botellas selladas y enterrado bajo las raíces nudosas viejo pino, cuyos signos se distribuyó entre sus compañeros. El 12 de septiembre de 1944 Vittel es liberado, y una interna, Miriam Novich, se revela y da a luz a el canto del pueblo judío asesinado.